En uno de esos días, recibí una carta de mis amigos suecos, directores del colegio escandinavo de madrid ofreciéndome las clases de arte en el colegio ya que la antigua profesora se mudaba de ciudad y dejaba sus clases. Me ofrecieron un contrato de trabajo, requisito indispensable para poder instalarme en madrid. Recuerdo que esa tarde, sentadas en el balcón de nuestra casa, y tomándonos una cerveza con mi suegra, excelente consejera, hablamos largo y con mucha sinceridad del tema. Con Mario no estábamos pasando por nuestro mejor momento y yo tuve que tomar una decisión que pudo verse como precipitada, pero que las dos pensamos que era lo mejor. Ella se quedaría al cuidado de Paula y Antonio. Mientras yo resolvía los temas en mMdrid. Hablé con mi amiga en madrid y podía quedarme en su casa, otro elemento de vital importancia. No tenía mucho dinero disponible por lo que decidí viajar en autobús y guardarme el resto del dinero, ya que me haría mucha falta. Al día siguiente, me fui a Malmo y saqué el pasaje. El día anterior tuvimos una conversación telefónica con Mario, donde no nos poníamos de acuerdo, pero la charla con mi suegra fue determinante para tomar la determinación de partir.
El viaje aquél lo recuerdo con emoción, en el autobús viajábamos personas muy variadas, suecos, daneses, yugoslavos, algunos alemanes que bajaron en frankfurt, un francés, que estaba sentado a mi lado entre otros. Son más de 2500 kilómetros y más de 24 horas de viaje, que permiten conocer un poco a las personas que están sentadas a tu alrededor. Las idiosincrasias marcan estilos y formas al manifestarte, tonos de voz, interés por entablar conversación con tus compañeros de viaje, necesidad de silencio, parquedad o simpatía. Nunca he sido partidaria de los tópicos pero me gusta observar a las personas y analizar sus formas de relación. Cuando llegamos a barcelona, tengo que decir que fue como reencontrarme conmigo misma. Me bajé del autobús y recibí muchos abrazos y nos intercambiamos números de teléfono y direcciones. Todos estábamos por una razón u otra contentos de pisar suelo español. Ese día cené con mis amigos de barcelona, me quedé un día con ellos y seguí mi viaje a madrid. Tenía una gran inquietud por resolver mis primeros días en Madrid.
Cuando llegué me esperaba en la estación de autobuses la pareja de mi amiga. Gran alegría al encontrarnos nuevamente. En el viaje en coche hasta la casa me informó que mi amiga estaba de vacaciones en Frigiliana y que le había pedido a él que me recogiera en la estación de autobuses y que me convenciera de viajar con él hasta la playa para encontrarnos. Dudé pero después de escuchar que con mucha lógica mi amigo expresaba que madrid en agosto es una ciudad administrativamente muerta con lo que mis trámites podían esperar hasta septiembre. Ya lo decidimos allí que viajaríamos juntos al mar al día siguiente. Así fue como conocí Frigiliana aquél agosto de 1982. El encuentro con mi amiga fue entrañable y pasamos muy buenos días juntos. Charlamos muchísimo y paseamos esas noches perfumadas de jazmines y damas de noche, por las escalinatas de un pueblo para mí mágico en ese momento.
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