Viví seis
años en Lund, Suecia. Antonio llegó con dos años y Paula con cinco, nos dieron
guardería para los niños a poco de llegar, tenían una traductora, Brita que
hablaba muy bien el español. Muy alta, muy rubia y con un trato con los niños
delicadísimo. Con esto quiero decir que en el momento que llegamos, septiembre
de 1977 Suecia tenía una política de asilo, sobre todo para los que llegamos de
latinoamérica. Uruguayos, Chilenos, Brasileros y Agentinos. Y en ese
orden de llegada, muy estudiada. La comuna nos dotaba de un
apartamento de dos o tres habitaciones, dependiendo del número de hijos,
guardería y colegio para los niños dependiendo de sus edades, nos daba una paga
semanal y nos apuntaba a los cursos intensivos para aprender lo más
rápido posible el idioma. Dicho esto muestro el grado de racionalización
que tenían para instalar a las familias que llegaban con serias secuelas
físicas pero sobre todo psicológicas después de haber vivido situaciones muy
dramáticas en sus países donde las dictaduras se instalaron
con violencia, algunos dejaron la cárcel, las secuelas por las torturas,
y fueron despojados de trabajos, bienes y hasta quisieron quitarles su dignidad
sólo por defender los derechos sociales y políticos en sociedades con muchas
desigualdades entre los habitantes. Una profesora de sueco que me
ayudó con todas mis traducciones, papeles de los niños y míos, certificados de
estudio y algunas presentaciones para obtener cursos o trabajos, llamada Karin
y a quien agradezco su sabiduría y su bondad, me regaló su bicicleta de paseo,
una joya, marrón, antigua y fuerte, creo que también era
"decimonónica" por su solera. La doté de una silla posterior para
llevar a Paula y una silla sobre el manubrio para llevar a Antonio. Así me moví
por la ciudad cada día llevando y buscando a los niños, siempre tuvieron
guardería y colegio en el centro y muy cerca de la Domkyrca, iglesia templo
luterano de culto del siglo XII, la obra más significativa de la
arquitectura románica en todos los países escandinavos. Muy cerca estaba
la biblioteca y más allá la guardería de los niños y poco después sus colegios
y fritidhem, espacio destinado a completar el horario laboral de los padres,
realizando con los niños actividades vinculadas a la música, a la lectura o la
cocina.
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