lunes, 8 de junio de 2020

UNA NIÑA PRECIOSA


Había nacido paula, una niña preciosa, vivaz y muy querida por todos los que la conocían, irradiaba simpatía y le estiraba los brazos con facilidad a quien quisiera dialogar con ella. Disfrutamos de esos primeros meses , en especial con mi cuñada nora que estaba a punto de dar a luz a su hija valeria, se llevarían cuatro meses de diferencia y serían grandes amigas, eso era lo que deséabamos nora y yo que habíamos compartido los embarazos y todas las dudas que este estado genera en  las mujeres. Hicimos gimnasia para enfrentar con conciencia el parto y nos mostrábamos los ajuares que poco a poco en los nueve meses de gestación, sobre todo las primerizas,  solemos acumular. Nora ya estaba instalada en el barrio y con las amigas, nos juntábamos en su casa, acompañándola y esperando las contracciones de ese parto que se hizo esperar unos días  poni micharvegas actuaba en el balcón, el café concert que compartimos algunos amigos, incluída nora. Y llegaba a la casa para cuidarla y cantarle bajito esa canción tan bonita del oso perezoso que nos gustaba tanto y que nora sabía  cantar tan bien y más si la acompañaba poni, que era el creador de esta pieza musical que a mi me recuerda siempre el nacimiento de mi querida sobrina valeria. A nora le ayudó mucho la presencia de los amigos pues el padre de valeria, vivía ya en parís. Cuando nació, una niña menuda, de ojos verdes, el color de ojos de su padre, lloraba mucho y no quería comer. Pero los brazos que la acunaban y las voces que le cantaban nanas al oído fueron equilibrando su carácter. Cuando llegó el verano, yo aprovechaba el mes de enero, mis vacaciones anuales del rectorado, y nos fuimos con mónica en tienda de campaña a cuesta blanca. Raúl y mario que tenían trabajo, viajaron con nosotras, nos instalaron las tiendas, nos armaron los fogones de piedra para hacer el fuego y poder cocinar, era un lugar paradisíaco, junto a un refugio de piedra, en la soledad de las sierras entre dos vertientes del río san antonio, con pozas cristalinas y unos atardeceres aterciopelados  y largos, como si el sol no quisiera  dejar ese día.
Los chicos volvieron  a córdoba a trabajar y mónica, paula, con casi seis meses, y yo nos quedamos en este bosque de ardillas  de topos y mariposas gigantes. Para ir a comprar provisiones, teníamos que o cruzar el monte, o atravesar el río que si llovía, la crecida nos dejaba sin esta alternativa. Nos aprovisionábamos en el rancho de basualdo, un baqueano de la zona que en su pequeña cabaña de adobe tenía todo lo necesario para subsistir con alegría entre estos montes. Eso sí, había que encontrarlo sobrio, porque en estas soledades, la única compañía suele ser el alcohol- al cabo de unos días que basualdo volvía a reconocernos de años anteriores, pasábamos a ser sus amigos y nos hacía confidencias sobre lo que había acontecido durante nuestra ausencia por estos pagos. Y además nos obsequiaba con una bolsa de higos de las higueras que rodeaban su cabaña. Esta vez era muy especial y distinta a todas las veces anteriores , yo traía en la mochila para llevar bebés en mi espalda a mi hija paula y eso lo emocionó a basualdo de manera tan inesperada que empezó a llorar de la emoción y no dejaba de repetirnos, qué bonita es y cómo ríe, decía sin parar, en ese momento empezó a sacar cosas para regalarnos, pan fresco, una cajita con tunas, una mermelada de higo, y me trajo un gorrito de lona rojo que seguramente se había dejado algún hijo de los montañeros que caminaban por estas sierras y quería ponérselo a toda costa, reemplazando el gorro de tela blanco que llevaba paula sobre su cabeza. A partir de ese día , cuando llegábamos nos ponía sillas para que nos sentáramos a conversar un rato, entre las gallinas con sus pollitos que merodeaban alrededor de la casa y que a paula le encantaban. Se mostraba tan distinto a ese basualdo gruñón y parco que habíamos aprendido a querer así. Con un niño entre nuestros brazos,  para a este criollo solitario debió sentir como que su familia venía a visitarlo y traerle la sonrisa sonrosada de esta niña tan bonita., vaya usted a saber en qué lugar sensible de ese corazón  un tanto nublado por el alcohol y la soledad llegaba la luz de la ternura. Cuando al cabo de una semana llegaron  mario, raúl, camello  y nora con valeria, que sólo tenía dos meses, a basualdo que también conocía a nora, aquéllo debió parecerle que veníamos a hacer la representación de un pesebre viviente . Cuando llegaron los chicos en el autobús que paraba no muy lejos de la casa de basualdo y que necesariamente había que pasar por allí para luego cruzar el río o atravesar la montaña, basualdo ya tenía la emoción a flor de piel y abrazó a nora con un abrazo de felicitación y admiración. Nora y los chicos no daban crédito con semejantes efusividades de basualdo. Al cabo de dos días nora, que venía a quedarse con nosotras, tuvo que dejar el campamento y regresar a córdoba porque valeria se negaba a comer y bebía muy poco y temíamos que se deshidAsí fue como volvimos a quedarnos paula, mónica y yo solas disfrutando del paraíso. Paula, a quien mónica le llamaba sachet pues tenía unos mofletes sonrosados que demostraban salud y felicidad. Disfrutó de nosotras todas las horas del día, sentado en su sillita hamaca, con un delantal fino a cuadritos que aún hoy recuerdo, descalza tocando la hierba, con sus gorritos coloridos de tela, los sonajeros que no dejaban de sonar y  mirando las mil mariposas que venían a hacerle compañía. Así paula se fue haciendo a vivir en la naturaleza y a que la jabonáramos cada tarde en las pozas transparentes de aguas de montaña.. Creo que parte de su carácter está allí entre esos prados verdes y esos cielos azules por el día y cuajados de estrellas por la noche.

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