sábado, 2 de mayo de 2020

PRIMERAS LUCES DE LA MAÑANA


Mario llegó para ayudarme con los preparativos, como a las nueve de la noche ya estábamos sentados alrededor de la mesa, la reunión fue distendida y amena, tocaron un rato la guitarra, apagué las velas, comieron la torta y el postre  y como habíamos decidido, cortamos a las doce de la noche. Nos quedamos recogiendo y comentando el festejo, y yo comencé a sentir algunos dolorcitos, que se fueron intensificando poco a poco. Mi ginecólogo el doctor Morososki, que me atendía en el hospital privado, me había comentado todo lo que hay que saber antes de un parto, sobre todo cuando eres primeriza, mario caminaba nervioso de la cocina al salón y se tomaba un chupito de ginebra entre paseo y paseo, calculaba el tiempo de las contracciones con verdadera rigurosidad y sin pensárselo dos veces, decidió que mis contracciones indicaban el parto inminente. En esa época todavía no teníamos coche, por lo que voló hacia la calle a buscar un taxi, por suerte en ese tiempo pasaban con mucha frecuencia en esa arteria principal del barrio. Fuimos hasta la casa de mis suegros, que vivían en nueva córdoba y más cerca del hospital que nosotros, los levantamos a las tres de la mañana y nos fuimos en su coche, los cuatro, mis suegros, mario y yo. Mis contracciones eran cada vez más seguidas pero cuando llegamos al hospital nos mandaron nuevamente a casa pues no había dilatado lo suficiente. Volvimos en medio de mis contracciones ypara hacer más soportable la espera, abrí los regalos que me habían comprado por mi cumpleaños,  ya era 9 de julio todavía lo recuerdo con alegría  y mucho agradecimiento a esos dos suegros maravillosos con los que me premió la vida. Imposible dormir con aquél escenario, hoy reflexiono sobre el valor  que tenemos las mujeres al parir porque es realmente un momento muy muy doloroso. Cuando llegaron las primeras luces de la mañana, emilia, mi suegra dijo que ya era el momento de volver al hospital nos fuimos y efectivamente me llevaron directamente a la sala de partos y después de una hora aproximada con contracciones fuertísimas, y arrepintiéndome de haber probado aquél suculento locro, apareció paula a las  ocho de la mañana. Qué felicidad se siente cuando ya puedes relajarte con el bebé en tus manos, es indescriptible. El sentido de responsabilidad que mantienes durante nueve meses, se relaja  y sientes que ya el deber de velar por él es compartido  al igual que  esa inmensa  alegría. Fue el mejor cumpleaños y el mejor regalo que he tenido en los 70 aniversarios que ya he festejado, una hija preciosa que tiene la misma sonrisa que entonces.

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