lunes, 20 de abril de 2020

LA VILLa

Nos apeamos tambaleantes y ya en tierra firme vimos que la barca se marchaba dejándonos a merced de un panorama que hoy lo recuerdo como dantesco una barriada separada del resto del partido de Avellaneda por el riachuelo. Ya nos habían hablado de sus características y sus densidades pero todo se quedó corto para lo que teníamos frente a nuestros ojos. Una de las villas miseria más grandes de Buenos Aires. Haciendo coraje iniciamos nuestra caminata por el barrio. Lugares donde la pobreza te golpea los sentidos, la degradación física y vital de sus gentes es un grito de dolor para sociedades que crecen y se desarrollan de espaldas a las posibilidades de generar algún cambio en las directrices de los gobiernos que se suceden unos sobre otros haciendo de la transformación una mentira que atraviesa las décadas. Prostíbulos, bares oscuros, pequeños solares donde jugaban los niños, con sus ropas tan raídas como sus rostros, los perros rumeando las basuras, en fin, aquella fue otra bofetada más en ese tiempo en el que los jóvenes queríamos cambiar una sociedad enferma, desigual hasta la médula, engañada por gobiernos populistas, radicales, conservadores con unas clases ajenas al sentir de mayorías despojadas de toda dignidad. Pasados los años he regresado muchas veces a argentina y he sentido dolor, mucho dolor por la ausencia de solidaridad entre las clases sociales cuya grieta es cada vez mayor. Las nuevas sociedades potencian la reconversión de zonas como puerto Madero, barrio norte recoleta  desplazando y agrandando cada vez más las densidades de miseria como la isla Maciel o los barrios que se han desarrollado a ambos lados de la autopista escalectrix - que une Buenos Aires con la Plata. Llegar a la estación de autobuses, Retiro y encontrarte con ese corredor de miseria, acongoja.

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