Cuando empecé la escuela
secundaria, mis hermanas mayores ya habían pasado a otras etapas de sus vidas,
sólo con una de ellas, con Berta compartí los dos primeros años de
colegio en la escuela normal de profesores Alejandro Carbó. Me entusiasmaba mucho tener que
viajar en autobús hasta el centro, nuestra escuela estaba situada en la calle Colón, en frente de una de las plazas más bonitas de córdoba, laplaza colón,
hay una canción que hace mención a este rincón florido diseñado por
un famoso arquitecto santiagueño y que fue profesor en la facultad de
arquitectura, de una de mis hermanas, de Martha, enseñaba estética y era un
importante paisajista.
Esta plaza era nuestro remanso, con pequeños lagos
interiores rodeados de vegetación autóctona, un diseño de gran
romanticismo y de una delicadeza, muy propias de este profesional del
paisaje urbano tan enamorado de su actividad y de su docencia. Aquí celebrábamos los 21
de septiembre , el día del estudiante, coincidiendo con el comienzo de la
primavera. Era el día más divertido del
año escolar. Las clases se suspendían ese día y salíamos a las 10 de la mañana
a festejar en la plaza o nos desplazábamos hasta el centro a divertirnos
bebiéndonos unos helados en la más famosa heladería del centro, "sopelsa"
situada en la avenida general paz. También solíamos organizar salidas a las
sierras , íbamos todos los compañeros del curso y era un día memorable,
bañándonos en los ríos y haciendo almuerzos campestres .
Los dos primeros años del
secundario los cursé por la tarde, después del colegio, caminábamos con mi
hermana berta y edeis, una compañera de mi hermana , hasta la escuela de
lenguas. Mi madre nos matriculó para cursar francés dos días por semana,
otros días, teníamos dentista, luego cogíamos el autobús y regresábamos a
casa, bastante cansadas , por la tarde noche. Estos dos primeros años fueron
muy gratificantes. Tuve buenos profesores y disfruté del prestigio que tenían
mis hermanas por ser muy buenas estudiantes.
El tercer curso, mi compañera y amiga decidió cambiarse al turno mañana pues sus hermanas ya lo hacían y yo que ya no Compartiría con mi hermana que pasaba a la universidad, no lo pensé dos veces y convencí a mi madre, que no lo tenía tan claro, porque había que levantarse muy temprano, aceptó y así fue como empecé a levantarme a las seis de mañana, desayunar pronto y correr al autobús, para estar sentada en el pupitre a las 7,45 hora en que comenzaban las clases.
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