martes, 28 de abril de 2020

MAESTRO DE ESCULTURA

Cuando me presenté en el taller gris de escultura con Paula de la mano con solo tres años y una prominente barriga. Antonio venía en camino, y dije que venía a examinarme de escultura IV mi profesor que ya hacía un largo período que no me veía, me saludó con alegría pero me preguntó si podría trabajar moviendo trastos, bastidores y bolsas de cemento en esas condiciones. Sonreí y recuerdo que le conté que también estaba examinándome de grabado y dijo, esas son las artistas del futuro. Esa misma mañana me puse a trabajar, ya estaba de baja por maternidad en el rectorado de la universidad de Córdoba donde trabajaba como personal no docente, y habíamos acordado con mi suegra que ella buscaría a Paula a la hora de comer y luego me recogería a mi por la tarde. Ese tiempo, Antonio que estaba en mi tripa y yo, comeríamos en la cantina de doña cata, en el café de la escuela. Planificamos con el profesor el trabajo y "manos a la abra". Decidimos cuáles eran los materiales a usar ya que los bocetos formalistas  estaban visados y aprobados por el maestro. En el taller reinaba el silencio. Éramos unos pocos, mi profesora y amiga yanqui de nombre ana mai, esposa del escultor musso, que atendía el taller libre de escultura y que fue mi maestra en mis comienzos y de la que guardo un enorme cariño y respeto, un compañero japonés, ayudante de taller, y un compañero encargado del taller de hierros y soldaduras, escultor y personaje llamativo por su figura muy alta, muy delgado y con un pelo largo por lo que tenía como apelativo "el indio" gran colaborador en ese taller donde se movían bastidores gigantescos y construíamos grandes estructuras de hierro

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