domingo, 7 de junio de 2020

MEDIALUNAS


Volví de Buenos Aires cargada de energía, las charlas con los amigos hasta la madrugada  habían mitigado  mi incipiente soledad. Los compañeros de piso, una pareja encantadora, yo a él ya le conocía, habían estado en Córdoba en aquél cumpleaños que motivó la partida de mi amiga, era muy amigo de mi cuñada Nora, viajaron juntos con otros tres amigos por Latinoamérica durante seis meses, antes de que Nora comenzara a cursar la carrera de abogacía. Contaron historias míticas de aquéllos años tan especiales donde comenzaron a gestarse en casi todos los países Sudamericanos, todos los movimientos democratizadores. Una época de explosión cultural y de toma de conciencia  de la necesidad de cambios estructurales y políticos. La solidaridad y las nuevas formas de relación entre los hombres. Me había gastado hasta el último penique de mis ahorros, los amigos estaban recién sacando la cabeza en sus trabajos respectivos y el dinero escaseaba francamente. Mis ahorros sirvieron para salvar aquél enero tan húmedo y caluroso, y hasta  nos dio para comprar  un pequeño  ventilador de mesa para superar los agobios que producían las altas temperaturas. Lo llevábamos de mesa en mesa dependiendo de donde improvisáramos la charla. 


Sólo guardé para el taxi y poco más. Cuando cogí el autobús de regreso  supe que mi amiga se quedaría para siempre en buenos aires y que estaban muy enamorados. Llegué a córdoba de madrugada, había comprado en san telmo además de los discos de pasta que pesaban lo suyo y algunos libros, unos cuantos metros de cuerina violeta y otro tanto de cuerina naranja con lo que pensaba forrar almohadones y hacer dos cubrecamas para unas camas sofás que me habían regalado mis amigos y caseros de la habitación con terraza y vistas donde estaba felizmente instalada. Cuando entré mis amigos ya estaban levantados y me invitaron con café y medialunas y me comunicaron que en breve tenían que dejar el departamento porque les había salido trabajo  de abogados a ambos en otra provincia por lo que dejaban córdoba antes de marzo. Antes de viajar a buenos aires, mi amiga Betina se había casado con un amigo arquitecto, muy apreciado por todos nosotros , por lo que dejaba  la habitación que ocupaba en casa de su prima  quien me la ofreció a mi. Le dije que me lo pensaría y le respondería al regresar de buenos aires. Así fue como en poco tiempo. Vino mi amigo tomy con su camioneta y me ayudó a trasladar los muebles y enseres a mi nueva casa., un colectivo donde vivían además de la pareja, otro querido arquitecto, bernardo a quien ya conocía muy bien. Ocupé la única habitación que había en el primer piso, una escalera empinada conducía a este cuarto con una ventana generosa que daba a la calle laprida, justo en frente del observatorio astronómico de la ciudad. Los paraísos plantados en la vereda extendían sus ramas en frente de la ventana y una masa verde me alegraba la vista cada día. Cuando los paraísos florecían un aroma embriagante entraba por la ventana.
 

Yo ya conocía muy bien esta habitación porque habíamos estudiado y charlado muchos días  con los paraísos floridos de fondo. También conocía muy bien la dinámica de la casa porques los asados y las guitarreadas las hacíamos en el patio generoso de esta casa. Aquí había conocido a  mi cuñada nora , guitarreando siempre, y aquí conocí a mario y nos enamoramos cada noche de guitarras. En ese momento lloré su ausencia y me entraron unas ganas locas de verlo.

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