jueves, 4 de junio de 2020

CABRITO ASADO

Por fin llegaba el día. Tantos preparativos , las empanadas, las ollas con clericó. Que consistía en cortar todas las frutas de estación, piñas melocotones albaricoques, manzanas , bananas a las que mi madre agregaba siempre unas latas de melocotones en almíbar y otras de ananás con  ese jugo tan dulce que maceraba bien las frutas y hacía de este postre un manjar veraniego. Los adultos solían agregarle unos chorros de vino blanco seco y helado que le daba más carácter festivo al copón donde se servía. Se preparaban varias sandías dentro de un fuentón de hojalata, que una vez situados bajo los árboles se cargarán de botellas de refrescos, vinos, porrones, bidú cola,, y los bidones de agua que debían durar todo el día. Y hasta arriba del hielo que compraba mi padre no más llegar. El hielo lo dispensaba en barras que se cortaban con unos punzones . Los trozos dependían del uso que se quisiera dar a tan refrescante elemento. Generalmente era mi padre o algunos de mis tíos los encargados de usar el punzón. Y los grandes cuchillos para hacer las rodajas de sandía que comíamos después de la siesta, a las cuatro de la tarde pues tiene fama de no sentar bien  si se come  después de beber vino o si la comes caliente, así nos lo dijeron  siempre mis padres y nosotros respetamos las reglas  para hacer de ese día  especial y que se siguiera repitiendo año tras año como lo hacíamos.

Mi madre ponía al horno varios pollos  un cabrito asado también caía en el horno de la cocina de casa que funcionaba en horario continuado la víspera del evento. Las asaderas se cubrían con paños de cocina con los trozos ya cortados y a veces deshuesados para poder comerlos con las manos, importante cuando las mesas son largas y los comensales  numerosos como lo era cada año y con tantos niños y jóvenes dando vueltas alrededor del  merendero. Las ensaladas camperas con patatas,  tomates,  aceitunas, huevos duros que se cortaban antes de servir la ensalada al igual que las mayonesas que se servían in situ. Todo se recogía en canastas que había muchas en casa, y que  las confeccionaba un vecino  y conocido de mi padre que desde que llegó de polonia, fue mimbrero, oficio que le permitió vivir y hasta hacer dinero . Era muy dúctil y recuerdo los elogios que le dedicaba mi padre cuando preparaba las cosas para viajar al campo  y hacía uso de los cajones para las herramientas que llevaba o los canastos con las mercancías que necesitaba para pasar un par de semanas alejado de la ciudad,  todo de mimbre y hecho por sus manos.

Los bolsos de mano, cada uno se lo preparaba con sus cosas, a mi siempre me lo preparó mi madre que se encargaba de las toallas para cuando bajábamos al río  sombreros, cremas solares y la caja con las cuberterías y platos que en aquélla época no eran descartables, tampoco los vasos que quiero recordar que ya había algo de plástico duro pero casi todo era de cristal o latón. Llevaba zapatillas de recambio porque alguno resbalaba en las piedras del río y caía sin miramiento en esas pozas llenas de algas y de musgos. El día previo debía estar todo preparado, apuntábamos en hojas de papel para ayudar a mis padres en el recordatorio de todo lo necesario. Ese día por teléfono mi padre acordaba con mis tíos y sus familias  los horarios. Siempre se hablaba de las cinco de  la mañana, porque sabíamos de lo que significaba salir casi en caravana y llegar temprano para  encontrar los mejores sitios con las mejores sombras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario