Al terminar los exámenes de la asignatura historia contemporánea, teníamos que realizar un trabajo eligiendo un momento histórico, ubicarlo en el tiempo, y hablar de los artistas que habían desarrollado su obra entre esos años, exponerlo oralmente frente a los cuatro grupos que cursábamos esta asignatura, un grupo realizaba la carrera de música, otro grupo la carrera de teatro, que incluía representación y escenografía, otro la carrera de cine y el grupo nuestro que era arte e incluía las carreras de dibujo y pintura, la de grabado, y la de escultura a la que pertenecía yo.
El trabajo se entregaba por escrito pero se aprobaba con la exposición oral. Yo elegí el muralismo mejicano y desarrollé el trabajo sobre Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco, Aurora Reyes y Frida Kahlo. Me tocó hablar del período, sus influencias, Ubicarlos dentro de los movimientos del arte contemporáneo y sobre su proyección política.
Hablar del muralismo mexicano, era hablar de realismo social, pero al mismo tiempo de expresionismo, cubismo, surrealismo, simbolismo, impresionismo y enmarcarlo en una realidad tan potente como la mexicana, con una sociedad mestiza y conflictiva, tan fuerte y tan ligada a sus atavismos religiosos, a una poesía mística, religiosa pero a la vez muy vinculada a las armas, a ese imaginario de charros con fusiles, caudillos llenos de valor y de una violencia muy difícil de canalizar. Fue un trabajo que hice y expuse con vehemencia, mi profesora, me dio la enhorabuena y me puso un diez, recuerdo esta anécdota porque me sacó del ostracismo de amasar tanto barro en el taller de escultura. Esta profesora que recuerdo con mucho cariño, culta, formada y afectiva, me regaló un cuadro para mi boda con Mario, unos de sus collage, recuerdo que era un paisaje, durante años lo tuvo María Emilia, hermana de Mario, colgado en una de las paredes de su casa y que me mostraba cada vez que yo llegaba a Argentina desde Europa, seguro que el cuadro anda aún por allí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario