Época de mucha movilidad intelectual y artística, las bienales de arte, los ciclos de cine, los nuevos posicionamientos políticos. La efervescencia social y sobre todo la juventud que te pone el corazón y el cuerpo en estado de coctelera emocional. Nos reuníamos en casa de mis amigos a guitarrear, y a desarrollar un proyecto común, que aunara nuestras actividades artísticas fuimos fraguando la idea de montar un café concert. Donde los que hacían teatro o danza o música tuvieran un escenario, sin depender de otras salas. Los que como yo trabajábamos en artesanía, pudiéramos vender nuestras creaciones, sin intermediarios, debía además tener mesas de cafetería y alguna especialidad que lo diferenciara de lo ya existente en la ciudad. Nos lanzamos a la calle a trillar algunas zonas céntricas e idóneas para instalar nuestro nuevo negocio, un café concert con algunas peculiaridades. Siempre he tenido buen ojo para elegir espacios y la zona que reunía todas las cualidades era la que rodeaba al teatro Rivera Indarte, hoy San Martín. En la avenida Vélez Sarfield al 365. Lugar muy querido, donde trabajaban amigos actores, escenógrafos, y utileros. Un foco de interés y que reunía a muchos espectadores en las funciones que se realizaban. Encontramos el "lugar" en la mismísima rotonda de la avenida velez sarsfield, nos alquilaron un esquinazo, una antigua farmacia, la llamada "farmacia cóndor".
El lugar era maravilloso, un edificio decimonónico. Tenía una sala circular con techos altísimos y con un balcón con balaustrada , muy art deco, como si se tratara de un palco en una sala de teatro que por supuesto conservamos y le dio el nombre al café por la exepcionalidad del detalle constructivo. En este amplio recinto circular construimos una pequeña barra en semicírculo que conectaba la cocina, donde pusimos como especialidad de la casa, tablas circulares de variedades de quesos, se servían sopas y panqueques salados y dulces. Los salados eran de espinaca, de choclo con bechamel, de jamón y queso. Y los dulces de manzana y de dulce de leche, era una carta totalmente inusual en esta ciudad. Buenos vinos, benjamines, todos eran detalles muy bien pensados. Café, infusiones y copas variadas. En esta sala circular construimos de mampostería asientos a los que agregamos unos cojines de charol rojo, único tono de color , lo demäs estaba decorado en blanco y negro. Le seguía un gran salón con 20 mesas redondas estilo vienés con sus sillas y manteles blancos, velas sobre las mesas, un detalle no usado hasta el momento. Una habitación contigua con gran ventanal donde se exponía arte y artesanía con venta directa al público.
Dos baños decorados en consonancia con la ambientación de la sala. Tenía
un friso de 1,80 cm de alto con señoritas del can can francés, todo en
blanco y negro, que sujetan cada una en sus manos, espejos ovales que le
permitían al espacio profundidad a la vez que los clientes se veían
reflejados desde sus mesas. Bajando una escalera estaba el teatro, un
sótano con la misma amplitud que la planta de arriba, con un escenario y
capacidad para 50 o 60 personas. Todos participamos en la realización
de los frisos, del decorado en general. Dos arquitectos amigos hicieron
el diseño y todos cuidamos escrupulosamente hasta el más mínimo detalle.
Uno de los amigos se encargó de la electricidad y de la instalación
lumínica del teatro. Había una baranda rodeando la sala circular con
bolos de luz y bolos de luz que colgaban de los techos altísimos del
bar.
En mis casas de madrid reproduje la utilización de los bolos
blancos de opalina que siempre me han recordado a este emblemático
lugar. Dos baños decorados en consonancia con la ambientación de la
sala. Tenía un friso de 1,80 cm de alto con señoritas del can can
francés, todo en blanco y negro, que sujetan cada una en sus manos,
espejos ovales que le permitían al espacio profundidad a la vez que los
clientes se veían reflejados desde sus mesas. Bajando una escalera
estaba el teatro, un sótano con la misma amplitud que la planta de
arriba, con un escenario y capacidad para 50 o 60 personas.Todos
participamos en la realización de los frisos, del decorado en general.
Dos arquitectos amigos hicieron el diseño y todos cuidamos escrupulosamente hasta el más mínimo detalle. Uno de los amigos se
encargó de la electricidad y de la instalación lumínica del teatro.
Había una baranda rodeando la sala circular con bolos de luz y bolos de
luz que colgaban de los techos altísimos del bar. En mis casas de madrid
reproduje la utilización de los bolos blancos de opalina que siempre me
han recordado a este emblemático lugar.
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