sábado, 2 de mayo de 2020

CAMPING

Soñaba con ver el mar, pisar la arena y sentir el viento en mi pelo. Tener unos días de libertad, sin tensiones quería que el miedo no se apoderara de mi. No podían lograr esos salvajes su objetivo. Me sentía viva, feliz. Con Paula que era una niña hermosa, llena de energía, con una sonrisa preciosa y un niño o una niña, que estaba en mi vientre y que por cómo se movía, podía intuir su fortaleza. En esos años no sabíamos el sexo del bebé hasta que no nacía. Mario tenía trabajo y mucha actividad política, no obstante aceptó con cierta reserva que viajara con mi hermano, su mujer Lucía y Patricia, una joven de catorce años, hermana menor de mi cuñada a pasar dos semanas en el mar. Mi hermano trabajaba esos meses en el hospital naval de Puerto Belgrano, en la ciudad de bahía blanca, realizaba una  residencia como médico. Mi cuñada, su hermana  patricia, paula y yo viviríamos en un camping en Monte Hermoso, una maravillosa playa a 90 km de la ciudad de Bahía Blanca. Costa atlántica con médanos suaves, una localidad pequeña donde el sol sale frente a tus ojos en el mar y se pone de la misma manera en el mar y frente a tus ojos. También sabíamos que cuando el viento sopla, lo hace durante 24 horas ininterrumpidamente. Esta zona es la puerta de entrada a la Patagonia, su límite antes de pasar al sur deshabitado y desértico. Hicimos un viaje muy bueno, los cinco en el coche de mi hermano, parábamos de tanto en tanto para descansar, jugar con paula y con patricia, corretear y estirar las piernas, en buenos aires descansamos esa noche y continuamos viaje hacia los médanos. Paula y yo estábamos acostumbradas a vivir en tienda de campaña, ya que la llevamos desde que tuvo seis meses, a la montaña, y en tienda al aire libre. Creo que mi cuñada y su hermana no tenían la misma familiaridad con la vida de campamento. Al llegar, desplegamos nuestra tienda y mi hermano viajó en autobús al hospital donde tenía su trabajo. Nos quedamos con el coche y muy bien instaladas en un camping, muy familiar y con muy buenas instalaciones. Una vez que organizamos todo, me metí en el mar para sentir las olas, poder nadar un rato y relajarme del viaje. Estaba muy cansada, coloqué una reposera y creo que me quedé dormida un largo rato sentía mis piernas flotando en el mar como en un sueño. Un tanto adormilada escuchaba las risas de Paula y Patricia jugando en la arena y lucía se durmió a mi lado ya tranquilas al haber logrado nuestro objetivo de llegar al mar. Nos despertaron para comer y hacer nuestras compras en el supermercado del camping, una tarde preciosa con la brisa del mar y los pies descalzos sobre la arena. Hasta este momento todo había salido perfecto, según nuestros planes. Los imponderables son los que obligan a cambiar el rumbo de las cosas.

Encendimos nuestro farol de noche, desplegamos nuestra mesa de camping con sus cuatro sillas y nos sentamos a cenar. Esa tarde nos había dado el sol  en las mejillas. Después de la cena jugamos al dominó mientras escuchábamos música en el pequeño transistor que había llevado conmigo sobre todo para escuchar las noticias cada día´una costumbre que tuve siempre. Cuando se hicieron las once, recogimos y nos metimos dentro de la tienda para dormir. Estábamos cómodas y el cansancio, nos sumergió pronto en un profundo sueño. Como a las cuatro de la mañana me desperté con cierto sobresalto, tenía la sábana mojada y rápido noté que aquéllo no era normal. Sin despertar  a nadie encendí la linterna y me vi empapada, había roto aguas y eso me angustió. Desperté suavemente a lucía porque no quería preocupar a paula ni a patricia que dormían profundamente,
Lucía dio un salto, se vistió cogió la otra linterna y se fue sin pensarlo a buscar un médico. En la recepción del camping, la escucharon y salieron en búsqueda del médico, residente en el camping. Todo fue muy rápido, mientras yo me mantenía inmóvil , casi sin respirar por el susto que tenía, llegó lucía con el médico y el encargado del camping. El médico después de revisarme nos aconsejó irnos a un hostal en el pueblo para esperar a mi hermano que ya había hablado por teléfono con mi cuñada desde la recepción del camping y le dijo que llegaba con una ambulancia a buscarme.
Despertamos a las chicas, le comentamos lo que sucedía, y les encomendamos hacerse cargo de la tienda hasta que volviéramos a buscarlas. Los encargados del camping, nos tranquilizaron y nos dijeron que estarían pendientes de ellas. Así fue como patricia de catorce años tuvo que responsabilizarse de una niña de tres y de la vida en una tienda de campaña. Este suceso lo he comentado con ellos tantas veces en nuestros sucesivos viajes a argentina. Siempre reímos y nos emocionamos al mismo tiempo. Siempre he estado inmensamente agradecida a la serenidad y a la bondad que manifestaron entonces y que nos manifiestan hoy mi querida cuñada lucía y su hermana patricia están vinculadas a mí casi por un lazo de sangre como con mi hermano pablo a quien nunca podré agradecerle lo suficiente que hiciera  posible que todo fuera sobre ruedas y que pudiera dar a luz a mi hijo. 



Nos instalamos en un hostal en el centro del pueblo, me recosté en la cama, la dueña del hostal nos trajo un té caliente y nos comentaba cosas como para romper el nerviosismo. Eran las seis de la mañana y soplaba el viento fuera, eso es normal aquí nos decía aquella señora de ojos claros, buen trato y muy elocuente, no paró de hablar hasta que con la luz del día, llegó mi hermano en una ambulancia. Serían las siete de un amanecer claro y ya sin viento. 

Partimos al hospital. Cuando llegamos me adjudicaron una habitación y me colocaron el suero. Mi hermano ya le había comunicado a Mario lo sucedido y me dijo que seguramente llegaría ese mismo día por la noche o al siguiente día, vendría en autobús y las distancias entre Córdoba y La Plata rondan los  mil kilómetros. Ese momento es el que recuerdo, luego debí dormirme porque lo siguiente fue despertarme con Mario cogiéndome mi mano. Estuve todo ese día con suero y el siguiente, Mario se instaló a mi lado y lucía volvió al camping con las niñas. La siguiente mañana , empecé con trabajo de parto y nació Antonio a las pocas horas. Fue un bebé de tres kilos y medio, tranquilo y muy comilón. Sano, decía Mario suspiranado y sin atreverse a reprocharme nada. El sobresalto había dado paso a la inmensa alegría de tener a su antonio en entre sus brazos, le tocó ir al registro civil a anotarlo, y comprarme unas flores. El nombre ya lo habíamos pensado, sería Antonio como su padre si nacía varón y Raquel como mi madre si nacía mujer. Estuvimos dos días más en el hospital, mientras yo me recuperaba, trajeron a Paula y a Paticia a conocer el bebé, paula lo tuvo largo rato entre sus brazos y lo observó detenidamente, como si de uno de sus muñecos se tratara. Todos se pusieron muy contentos cuando comentamos que levantábamos el campamento y volvíamos a Córdoba.
 
Aquello fue como un sueño, fuimos hasta el mar para que yo pariera y para que Antonio abriera sus ojos junto al atlántico en una tierra de dunas, médanos y vientos salvajes. Todo listo para el regreso; el coche lleno, armamos con las mantillas que Mario había traído consigo desde Córdoba, y que yo tenía preparadas en una maleta., una cama sobre mis piernas, un verdadero regazo, puntillas y mantas de algodón, hacía calor de enero. Abrazamos a Pablo que se quedaba trabajando y emprendimos el regreso. Mario conducía el coche y se alternaban con Lucía paramos muchas veces, para amamantar a Antonio que viajó cómodo. Tranquilo y mecido por el balanceo del coche. Cuando llegamos a córdoba toda la familia estaba pendiente, nos esperaba mi suegra en casa que había preparado una buena comida de bienvenida.

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