Encendimos nuestro farol de noche, desplegamos nuestra mesa de camping con sus cuatro sillas y nos sentamos a cenar. Esa tarde nos había dado el sol en las mejillas. Después de la cena jugamos al dominó mientras escuchábamos música en el pequeño transistor que había llevado conmigo sobre todo para escuchar las noticias cada día´una costumbre que tuve siempre. Cuando se hicieron las once, recogimos y nos metimos dentro de la tienda para dormir. Estábamos cómodas y el cansancio, nos sumergió pronto en un profundo sueño. Como a las cuatro de la mañana me desperté con cierto sobresalto, tenía la sábana mojada y rápido noté que aquéllo no era normal. Sin despertar a nadie encendí la linterna y me vi empapada, había roto aguas y eso me angustió. Desperté suavemente a lucía porque no quería preocupar a paula ni a patricia que dormían profundamente,
Lucía dio un salto, se vistió cogió la otra linterna y se fue sin pensarlo a buscar un médico. En la recepción del camping, la escucharon y salieron en búsqueda del médico, residente en el camping. Todo fue muy rápido, mientras yo me mantenía inmóvil , casi sin respirar por el susto que tenía, llegó lucía con el médico y el encargado del camping. El médico después de revisarme nos aconsejó irnos a un hostal en el pueblo para esperar a mi hermano que ya había hablado por teléfono con mi cuñada desde la recepción del camping y le dijo que llegaba con una ambulancia a buscarme.
Despertamos a las chicas, le comentamos lo que sucedía, y les encomendamos hacerse cargo de la tienda hasta que volviéramos a buscarlas. Los encargados del camping, nos tranquilizaron y nos dijeron que estarían pendientes de ellas. Así fue como patricia de catorce años tuvo que responsabilizarse de una niña de tres y de la vida en una tienda de campaña. Este suceso lo he comentado con ellos tantas veces en nuestros sucesivos viajes a argentina. Siempre reímos y nos emocionamos al mismo tiempo. Siempre he estado inmensamente agradecida a la serenidad y a la bondad que manifestaron entonces y que nos manifiestan hoy mi querida cuñada lucía y su hermana patricia están vinculadas a mí casi por un lazo de sangre como con mi hermano pablo a quien nunca podré agradecerle lo suficiente que hiciera posible que todo fuera sobre ruedas y que pudiera dar a luz a mi hijo.
Nos
instalamos en un hostal en el centro del pueblo, me recosté en la cama,
la dueña del hostal nos trajo un té caliente y nos comentaba cosas como
para romper el nerviosismo. Eran las seis de la
mañana y soplaba el viento fuera, eso es normal aquí nos decía aquella
señora de ojos claros, buen trato y muy elocuente, no paró de hablar hasta que
con la luz del día, llegó mi hermano en una ambulancia. Serían las siete de un
amanecer claro y ya sin viento.
Partimos al hospital. Cuando llegamos me adjudicaron una habitación y me colocaron el suero. Mi hermano ya le había comunicado a Mario lo sucedido y me dijo que seguramente llegaría ese mismo día por la noche o al siguiente día, vendría en autobús y las distancias entre Córdoba y La Plata rondan los mil kilómetros. Ese momento es el que recuerdo, luego debí dormirme porque lo siguiente fue despertarme con Mario cogiéndome mi mano. Estuve todo ese día con suero y el siguiente, Mario se instaló a mi lado y lucía volvió al camping con las niñas. La siguiente mañana , empecé con trabajo de parto y nació Antonio a las pocas horas. Fue un bebé de tres kilos y medio, tranquilo y muy comilón. Sano, decía Mario suspiranado y sin atreverse a reprocharme nada. El sobresalto había dado paso a la inmensa alegría de tener a su antonio en entre sus brazos, le tocó ir al registro civil a anotarlo, y comprarme unas flores. El nombre ya lo habíamos pensado, sería Antonio como su padre si nacía varón y Raquel como mi madre si nacía mujer. Estuvimos dos días más en el hospital, mientras yo me recuperaba, trajeron a Paula y a Paticia a conocer el bebé, paula lo tuvo largo rato entre sus brazos y lo observó detenidamente, como si de uno de sus muñecos se tratara. Todos se pusieron muy contentos cuando comentamos que levantábamos el campamento y volvíamos a Córdoba.
Aquello fue como un sueño,
fuimos hasta el mar para que yo pariera y para que Antonio abriera sus
ojos junto al atlántico en una tierra de dunas, médanos y vientos salvajes. Todo
listo para el regreso; el
coche lleno, armamos con las mantillas que Mario había traído consigo
desde Córdoba, y que yo tenía preparadas en una maleta., una cama sobre
mis piernas, un verdadero regazo, puntillas y mantas de algodón,
hacía calor de
enero. Abrazamos a Pablo que se
quedaba trabajando y emprendimos el regreso. Mario conducía el coche y se
alternaban con Lucía paramos muchas veces, para amamantar a Antonio que
viajó cómodo. Tranquilo y mecido por el balanceo del coche. Cuando llegamos a córdoba toda
la familia estaba pendiente, nos esperaba mi suegra en casa que había preparado
una buena comida de bienvenida.
Partimos al hospital. Cuando llegamos me adjudicaron una habitación y me colocaron el suero. Mi hermano ya le había comunicado a Mario lo sucedido y me dijo que seguramente llegaría ese mismo día por la noche o al siguiente día, vendría en autobús y las distancias entre Córdoba y La Plata rondan los mil kilómetros. Ese momento es el que recuerdo, luego debí dormirme porque lo siguiente fue despertarme con Mario cogiéndome mi mano. Estuve todo ese día con suero y el siguiente, Mario se instaló a mi lado y lucía volvió al camping con las niñas. La siguiente mañana , empecé con trabajo de parto y nació Antonio a las pocas horas. Fue un bebé de tres kilos y medio, tranquilo y muy comilón. Sano, decía Mario suspiranado y sin atreverse a reprocharme nada. El sobresalto había dado paso a la inmensa alegría de tener a su antonio en entre sus brazos, le tocó ir al registro civil a anotarlo, y comprarme unas flores. El nombre ya lo habíamos pensado, sería Antonio como su padre si nacía varón y Raquel como mi madre si nacía mujer. Estuvimos dos días más en el hospital, mientras yo me recuperaba, trajeron a Paula y a Paticia a conocer el bebé, paula lo tuvo largo rato entre sus brazos y lo observó detenidamente, como si de uno de sus muñecos se tratara. Todos se pusieron muy contentos cuando comentamos que levantábamos el campamento y volvíamos a Córdoba.
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