viernes, 24 de abril de 2020

MI ESCUELA

Era la más importante y casi única del barrio. Por la mañana, asistían los varones y por las tardes las chicas. Escuelas públicas con solera edificaciones decimonónonicas  amplias, muchas aulas, dos plantas, alas para los más pequeños y alas para los mayores, a cada zona le correspondía un gran patio, mitad de baldosas y mitad de tierra con árboles y sombras. A cada ala le correspondían seis o siete  baños,  tengo que decir que se cuidaba mucho la limpieza. Una sala de música con escenario para las fiestas escolares, con un gran piano de cola a un costado. Aquí bajábamos a dar clases de música o preparar nuestras representaciones teatrales, de danza o corales. Grandes ventanales a los patios circundantes. Una entrada con columnas y dinteles neoclásicos, a cada lado estaban la dirección y el consultorio odontológico, unidos por un gran vestíbulo circular con una mesa de caoba gigantezca en el centro del hall. Es de destacar que el dispensario dental nos cuidó la dentadura hasta que terminamos la escuela primaria. El personal docente, era muy significante, maestras casi todas, salvo el profesor de música y los bedeles, porque la dirección, vicedirección, odontólaga, enfermera auxiliar, y los profesores de gimnasia, eran personal femenino, con vocaciones muy marcadas y un manejo de la psicopedagogía para manejar cursos de cuarenta alumnos de todas las clases sociales y muy distintos niveles cognitivos. Siempre he sentido orgullo de las escuelas, sobre todo a nivel primario, que se extendieron en córdoba  y en argentina , en zonas urbanas en los años 50, 60 y 70. Después fue decayendo lo público en beneficio de lo privado. Recuerdo ir al colegio con entusiasmo. Los días lunes, teníamos una asignatura que llamábamos actividades prácticas, las maestras, variaban las actividades tradicionales e incluían otras más creativas o más lúdicas. Una de ellas era pintar figuras de barro, cerámicas. Los lunes llegábamos a la puerta del colegio con ciertas prisas porque debíamos comprar nuestra pequeñas figuras de barro para poder pintarlas en clase. El señor que las vendía, situaba su bicicleta con un gran cesto de mimbre delante y los niños hacíamos una larga cola para elegir. Había racimos de uvas, todo tipo de frutas, pequeñas ánforas o animales diversos., casitas o barcos. Lo destacable era el personaje que nos vendía las pequeñas esculturas de barro. Era la figura del quijote, muy alto, con un pelo y barba blanca y muy larga. Debía medir de altura 1,90 o más, ojos muy azules y muy buen trato, era como un personaje salido de un cuento escandinavo, siempre que veo representada la figura del quijote, me acuerdo de él.

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