viernes, 8 de mayo de 2020

VACIADOS

Mario llegó a madrid en julio de 1983, llegó para quedarse, ya había mandado por barco, dos pequeños contenedores con unas  pocas cosas seleccionadas de nuestra casa de Lund. Sobre todo los elementos que nuestros hijos le reclamaban. Cuando llegó, nuestra casa estaba todavía en fase de obra y amueblamiento, desde luego que su ayuda y su habilidad para todo tipo de instalaciones, fueron de vital importancia. Tiró cables, instaló luces, toma corrientes por todos lados, revisó la calefacción, puso repisas para libros y discos, transformó una vieja e inmensa pizarra de madera que había en el departamento ,  en mi gran mesa de trabajo, este lugar  había funcionado antes de llegar nosotros como estudio de arquitectura y se impartían clases de dibujo y pintura, quizás por eso me enamoró el espacio a pesar de no reunir en el momento de cogerlo buenas condiciones, lo reinterpretamos como digo yo, es lo que hacemos siempre con los lugares donde hemos vivido. 

Quedó confortable y mis hijos volvieron a sentir sus respectivas habitaciones como sus estudios, propios y personales. Nuestras vidas  estaban llenas de ganas y de actividad. Un amigo me preguntó si podía hacerle unas ranas de cemento para colocarlas en una casa que estaba construyendo en un pueblo. En ese momento no decía que no a nada, con esto lancé el taller y los vaciados y la casa se convirtió en un taller de escultura en toda regla. Llené la casa de prototipos de ranas, unas de diseño más modernista y al final se decantaron por las más tradicionales. En esta casa vivimos cuatro muy felices años, era un barrio muy peculiar en aquélla época, el los pisos de abajo vivían dos señoras muy mayores, y en el quinto había una pensión de señoritas, atendido por una vecina muy amable. 

Al primero vinieron a vivir un grupo de actores, en frente se instaló una productora de cine, en el bajo existió desde tiempos inmemoriales una sastrería muy famosa en madrid. En frente de nuestra casa, un bar histórico de la zona, "los pepinillos", lugar de aterrizaje de todos los amigos y familia que venían a nuestra casa. Este lugar fue siempre un lugar de encuentro, reuniones, comilonas y fiestas con guitarras y algún cante flamenco empezó a incorporarse al ya tradicional repertorio.




 

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