La casa exhalaba aromas muy vinculados a la afectividad que desprendían, nos abrazábamos y reíamos con las mil historias que tanto Paula y Antonio reservaban durante un año para contarle a la abuela. Caminatas por el barrio, las compras en el supermercado que tanto gustaban y sorprendían a emilia, que probaba todos los nuevos sabores de esta tierra tan lejana para los que viven en el cono sur y tan austral de Argentina. Pasaron unos días y comenzamos a preparar nuestro viaje por los fiordos noruegos. Cargamos nuestro coche, el famoso peugeot 504 gasolero, y testigo fiel de tantos viajes compartidos en esa época donde la reunificación familiar con algún miembro de la familia lejana, tenía un valor incalculable. La abuela emilia fue un testigo constante, lúcido, sólido, inteligente e incondicional de nuestras vidas en Argentina y en Europa.
La mejor compañera de viajes, siento mucho orgullo al decirlo porque sentimos su amor, siempre. Cargamos nuestro coche y echamos a rodar por las carreteras que nos enamoraron desde su arranque en lund hacia los fiordos noruegos, paisajes naturales de sobrecogedora belleza, montañas, glaciares, fiordos profundos, cascadas de aguas cristalinas y heladas, aguas de deshielos, con truchas, salmones y un mundo marino fastuoso. La abuela emilia traía las rutas de viaje muy estudiadas, en ellas se incluían las ciudades, con su historia, sus particularidades, los museos, los suvenirs, que se encargó de comprar en cada rincón especial, y que llevaba consigo en su viaje de retonno. Quería que acampáramos en las famosas cabañas que guardan los bosques escandinavos junto a sus lagos o bordeando los fiordos. La idea era llegar a Bergen.
Al salir de Lund, nuestro
objetivo primero y prometido a Paula y a Antonio era llevarlos al parque de
atracciones de Gotemburgo, el famoso liseberg, es importante frente a
viajes largos, con niños, priorizar algunas atracciones que a ellos puedan significarles
expectativas nuevas y diversión asegurada, sus amigos y compañeros de clase,
venían a este parque, tanto en verano como para las vacaciones de navidad, con
los abuelos y sus familias, razón por lo cual nuestros hijos que
conocían algunos relatos y algunos juegos, querían probarlos y experimentar el
vértigo que producen algunos, uno de ellos, el gran barco vikingo que tiene un
movimiento oscilante, simulado las olas en altamar y que pude comprobarlo
porque los acompañé en la aventura. Probaron juegos, comieron las
famosas manzanas acarameladas, las nubes de algodón de azúcar , los
helados, y compraron los pequeños caprichos como llaveros con barcos vikingos,
muñecas vestidas con traje regional, que coleccionaba paula o los famosos renos
y osos típicos de la región. Salimos muy contentos del
parque y nos fuimos a nuestro albergue, ya concertado con
antelación, próximo al gran parque de las focas, el slotts skogen, en uno de los extremos del centro histórico de la ciudad.
El siguiente día, disfrutamos de
espacios verdes que Gotemburgo ofrece, el trädgardsfóreningen, situado en el
brumsparken, en las cercanías del jardín botánico de la ciudad, caminamos
admirando las flores y una paz que ya empezamos a experimentar desde aquí. Este lugar tuvo con el
paso de los años una significación muy especial porque paseamos a nuestro
nieto entre sus árboles, en verano y en inviernos nevados. En esta querida ciudad
nació nuestro nieto christian en el año 2003, veintidós años después. Comimos en un restaurante que
había dentro del parque y planificamos con los mapas sobre la mesa la ruta que
emprenderíamos hacia Oslo, el día siguiente.
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