martes, 28 de abril de 2020

ALGUNOS PROFESORES

que me han marcado en mis años de aprendizaje. Entre ellos recuerdo a mi profesor de dibujo y pintura en el primer curso de carrera se llamaba Raúl Pecker. Era un disciplinado profesor de academia, temido por sus alumnos por sus niveles de exigencia pero muy querido por mi, entablamos una buena relación profesor-alumna, ya que yo en esa época era una entusiasta incorregible y cumplía al pie de la letra con los innumerables ejercicios de dibujar bodegones a los que nos sometía cada día en sus clases de dibujo. También recuerdo sus clases de pintura, una de mis amigas y compañera de estudios para las asignaturas teóricas era ya más mayor que yo que en esa época rondaba los 18 años y venía de concluir sus estudios de pintura en la escuela de artes provincial, era una avezada pintora de bodegones y fantástica colorista. Su energía era desbordante, en consonancia con su fisíco que imponía respeto y curiosida. Llegaba a la clase con una cesta enorme de verduras, recién compradas en el mercado y las lanzaba sobre unos de los tableros del taller, estratégicamente ubicado debajo de un ventanal donde la luz, pegaba directamente , marcando volúmenes, reforzando sombras y potenciando el color vibrante de los rábanos, zapallos o remolachas desplegadas. Para mi era una fiesta verla llegar, apoyar su cesta y venir hacia mi a abrazarme con toda su humanidad y su carisma. Me alegraba el día, era como un Arcimboldo femenino que disfrutaba con los pinceles embardunados de óleos aceitosos y trabajados con paleta este pequeño homenaje va para mi querida "Tatá" como la llamábamos los amigos, fue una imágen clara y potente de lo que siente un artista frente a la intensión de crear.








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