viernes, 24 de abril de 2020

PALOMITAS

Nos enseñaron esas maestras maravillosas a hacer alfombras de lana utilizando un carrete de madera y un cordel, o a bordar aprisionando un trozo de cañamazo en un círculo de madera llamado bastidor  o a hacer cometas con papel de barrilete con sus bramadores y sus estructuras de caña, y que hacíamos volar cuando llegaban los vientos del otoño. Todo formaba parte de ese imaginario, junto a las matemáticas, a la geometría, al castellano, a la lectura o caligrafía, junto a la historia y a las clases de declamación , a la geografía, había tiempo para preparar escenarios y obras de teatro o memorizar canciones propias del lugar, o hacer visitas a alguna fábrica doméstica de zapatos o una pequeña envasadora de aceite. O de vinos o de perfumes caseros. Visitar una granja cercana o recibir a algún personaje conocido. La función pedagógica englobaba la vida y comprometía a las familias a sacar adelante a sus hijos. Así viví yo mi escuela primaria vinculada a mi barrio y a lo que allí sucedía. Esperando a la salida del colegio al heladero, al barquillero a al que nos vendía los cartuchos de palomitas. Con nuestros delantales blancos y almidonados.

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