sábado, 25 de abril de 2020

MAGISTERIO

Terminaba mi escuela primaria en el colegio público Manuel Lucero, portando la bandera, el mejor promedio de sexto grado, llevaba la bandera en los actos oficiales del colegio y por supuesto en la fiesta de fin de curso, no podía estar más feliz y sentirme más orgullosa delante de mis padres que vinieron a la fiesta. Terminaba así mi etapa infantil que se había desarrollado dentro de un barrio populoso y tranquilo de Córdoba, Alta Córdoba. Mis límites estaban marcados por la escuela, la plaza Rivadavia, el cine Astral y el cine Rex , ambos con sesiones de matiné, siestas en las que mi hermano pablo y yo, los sábados,  nos vimos todos los capítulos de películas como el zorro o tarzán. Esos límites eran los naturalmente posibles de transitar caminando, en bici y en compañía de mis hermanos o amigos sin mayores de por medio. La siguiente etapa implicaba un desplazamiento en autobús al centro de la ciudad. La escuela elegida por mi madre para hacer nuestros estudios secundarios, fue la escuela de magisterio Alejandro Carbó para las chicas y el colegio bachiller Monserrat para mi hermano pablo. Era tradición ya,  que los varones fueran por la mañana y las mujeres por la tarde. Ambos eran los dos colegios públicos más importantes de la ciudad, uno de varones, y el otro mixto, aunque muy pocos chicos querían ser maestros en esa época. Para mis padres, que habían emigrado del pueblo a la ciudad, con el objetivo claro de que sus hijos accedieran a estudios secundarios y si todo iba bien que prosiguieran estudios superiores en la universidad. Para mis padres era un sueño. Mi padre, menos exitista que mi madre, nos decía, Pablo será médico como su abuelo y las chicas serán maestras, que en las zonas rurales, es lo máximo, el respeto hacia los maestros es muy conocido en esos parajes. Mi madre siempre apostillaba, mis hijas estudiarán en la universidad porque aquí estaremos sus padres para apoyarlas en sus procesos formativos. Esas palabras seguidas por los echos de hacer posibles, matrículas, cursos, libros y todos los materiales que necesitábamos, lo vivíamos todos con naturalidad y ganas de satisfacer sus deseos, aunque creo que más que agradar a mis padres era por fuertes determinaciones personales , ya que todos los hermanos hemos gozado de caracteres fuertes.

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