sábado, 25 de abril de 2020

1977


Viví seis años en Lund, Suecia. Antonio llegó con dos años y Paula con cinco, nos dieron guardería para los niños a poco de llegar, tenían una traductora, Brita que hablaba muy bien el español. Muy alta, muy rubia y con un trato con los niños delicadísimo. Con esto quiero decir que en el momento que llegamos, septiembre de 1977 Suecia tenía una política de asilo, sobre todo para los que llegamos de latinoamérica. Uruguayos, Chilenos, Brasileros y Agentinos. Y en ese orden de llegada, muy estudiada. La comuna nos dotaba de un apartamento de dos o tres habitaciones, dependiendo del número de hijos, guardería y colegio para los niños dependiendo de sus edades, nos daba una paga semanal y nos apuntaba a los cursos intensivos para aprender lo más rápido posible el idioma. Dicho esto muestro el grado de racionalización que tenían para instalar a las familias que llegaban con serias secuelas físicas pero sobre todo psicológicas después de haber vivido situaciones muy dramáticas en sus países donde las dictaduras se instalaron con violencia, algunos dejaron la cárcel, las secuelas por las torturas, y fueron despojados de trabajos, bienes y hasta quisieron quitarles su dignidad sólo por defender los derechos sociales y políticos en sociedades con muchas desigualdades entre los habitantes. Una profesora de sueco que me ayudó con todas mis traducciones, papeles de los niños y míos, certificados de estudio y algunas presentaciones para obtener cursos o trabajos, llamada Karin y a quien agradezco su sabiduría y su bondad, me regaló su bicicleta de paseo, una joya, marrón, antigua y fuerte, creo que también era "decimonónica" por su solera. La doté de una silla posterior para llevar a Paula y una silla sobre el manubrio para llevar a Antonio. Así me moví por la ciudad cada día llevando y buscando a los niños, siempre tuvieron guardería y colegio en el centro y muy cerca de la Domkyrca, iglesia templo luterano de culto del siglo XII, la obra más significativa de la arquitectura románica en todos los países escandinavos. Muy cerca estaba la biblioteca y más allá la guardería de los niños y poco después sus colegios y fritidhem, espacio destinado a completar el horario laboral de los padres, realizando con los niños actividades vinculadas a la música, a la lectura o la cocina.

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