sábado, 11 de abril de 2020

OJOS COLOR MIEL

Una mañana soleada y temprana del mes de noviembre, estudiábamos las tres, Bettina, Helena y yo, en una mesa de madera con caballetes que habíamos instalado en el patio de la casa de mi amiga. Se escuchó el timbre de la puerta de calle y Raúl salió a recibir al compañero de estudios que llegaba. Nos lo presentó, su nombre, Mario, el color de sus ojos, color miel. Estudiaban juntos una asignatura de la carrera de filosofía, "filosofía medieval". Intercambiamos sonrisas y algunos comentarios como para conocernos en este primer y espontáneo encuentro y rápidamente cada uno retomó su cometido. Nosotras la lectura de algunos textos y Mario y Raúl se fueron al garage donde habían montado el estudio en esos días de exámenes.

Tengo que decir que no hubo flechazo inmediato, debieron pasar días en los que casi no nos veíamos, todos enfrascados en nuestras preocupaciones, que por aquéllos tiempos, no eran pocas. Yo tenía la mente omnubilada y el corazón mustio y doliente. Una tarde repasábamos con Helena unos textos en la cafetería de "doña Cata" como llamábamos a la dueña de la pequeña cafetería del pabellón México donde estaba nuestra facultad de letras y apareció raudamente Mario. Nos abrazó cordialmente y me pidió que lo acompañara después del ensayo del coro universitario del que él formaba parte, a un asado que organizaban los integrantes del coro en casa de uno de sus miembros. Yo dudé en mi respuesta porque no estaba preparada para festejos de ninguna índole y menos con un grupo que yo conocía sólo de haberlos cruzado en los pasillos de los pabellones circundantes. Insistió y yo a duras penas accedí. Quedamos que pasaría a buscarme a las 20 horas la tarde era calurosa y mi ánimo tambaleante.























No hay comentarios:

Publicar un comentario