martes, 21 de abril de 2020

HAMACA PATAGUAYA

Nos levantamos en el departamento de nuestros amigos, pequeño y muy colorista, me llamó la atención que tenían en mitad del salón una hamaca paraguaya hecha con cordeles coloridos, rojos amarillos turquesas y verdes, tirarse allí a escucha música y tomarse una caipiriña creo que sería en ese momento para nosotros el sueño máximo, una estética salvaje en medio de una de las ciudades más pobladas del mundo. Los discos que escuchaban, y los libros que leían, se acercaban mucho a nuestras formas de ir descubriendo la cultura. Estábamos tan a gusto en este mini universo que aprovechamos para lavar nuestra ropas y nuestras zapatillas con arcillas rojas pegadas en sus suelas. Bajó Mario a comprar provisiones para hacer una comida para recibir a nuestros amigos que llegaban esa mañana. Mientras estábamos cocinando un arroz con carne, que olía riquísimo llegaron nuestro amigos. Habían visitado Brasilia, imposible para nosotros desplazarnos hasta allí por las distancias y por supuesto por el poco dinero del que disponíamos. Sólo nos quedaba compartir con ello algunas sesiones de bossa porque marchábamos ya de regreso al día siguiente. Este viaje nos marcó, sobre todo a Mario y a mi que siempre hemos querido volver a Brasil, país de gentes generosas y de bellezas naturales y raciales. Coincidimos con Mario que los tipos humanos más bellos tanto en hombres como en mujeres, están aquí, el mestizaje con nativos y con afros, han dado como resultado estas gentes llenas de personalidad. Nuestros amigos nos habían traído de su viaje un regalo que me lo dieron a mi y que conservé siempre a pesar de mis múltiples cambios de residencia por el mundo.


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