miércoles, 26 de marzo de 2025

Durero

Figura señera del Renacimiento nórdico, Alberto Durero (1471–1528) nació en Núremberg y su legado combina magistralmente la precisión técnica con una profunda inquietud intelectual; fue pintor, dibujante, grabador y teórico, autor de obras que aún hoy impresionan por su detalle minucioso y su expresividad simbólica; su formación comenzó en el taller de orfebrería de su padre, Alberto Durero el Viejo, inmigrante húngaro, lo que explica su dominio precoz del dibujo y del trabajo con materiales nobles, sin embargo su contacto con el arte italiano, particularmente con artistas como Mantegna y Leonardo, le permitió incorporar perspectivas innovadoras, un enfoque científico del cuerpo humano y una comprensión geométrica del espacio que marcó una evolución radical en su estilo; entre sus obras más célebres se encuentran autorretratos emblemáticos, como el de 1498 conservado en el Museo del Prado, así como series de grabados en cobre y xilografías que, aunque aún cargadas de ecos góticos, manifiestan ya una sensibilidad moderna, ejemplo de ello es su serie sobre el Apocalipsis; su relación con el emperador Maximiliano I derivó en comisiones oficiales como el Libro de oraciones del emperador, mientras que su cercanía ideológica con Martín Lutero, a quien admiraba profundamente, lo llevó a convertirse en partidario del luteranismo, reflejando un compromiso espiritual que impregnó su arte en sus últimos años; su viaje a los Países Bajos en 1520 para asistir a la coronación de Carlos V le permitió conocer a los maestros flamencos del siglo XV como Jan y Hubert van Eyck, Van der Weyden y Hugo van der Goes, con quienes compartía el gusto por el realismo detallado, como evidencia el cuaderno de bocetos que conservó de aquel recorrido; regresó a Núremberg donde, tras un deterioro progresivo de su salud, falleció en 1528 dejando una obra que constituye un puente entre la tradición medieval y la modernidad renacentista.


















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