La libertad y el espacio son dos palabras áureas. La sensación de proporcionalidad en el pensamiento y en el cuerpo la dan las proporciones vitales. El sentimiento fluye y vuela como un ave entre las nubes. Esa sensación de libertad corporal y anímica la genera el espacio en el que vivimos. Los sonidos, los olores, el aire; los colores, los sabores, y la imagen de tener frente a tus ojos el mar, las montañas y el cielo, te hacen sentir partícipe de esta geografía. Todo eso es tuyo, te pertenece a ti y al otro. Puedes recorrerlo en segundos o en días. No hay tiempo, y es libre, gratuito, y te lo da todo: cargado de oxígeno y de pájaros que vuelan y que lo saben desde siempre, porque ahí volaron desde tiempos inmemoriales. Ayer hice mi almuerzo frente al agua que golpea la arena una y otra vez. Pude pensar y disfrutar. Volví a casa nueva. Y hoy me he levantado temprano acordándome de mi abuela Raquel, que eligió vivir entre los árboles, las flores y los olores del campo. He construido un balcón verde frente a la mesa del desayuno, donde vienen los pájaros cada día, y ahí veo la libertad. Estoy contenta porque vienen mis hijos y mi nieto, y podemos disfrutar juntos de todo lo que tenemos.
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