viernes, 15 de mayo de 2020

PANINI PICCOLO

A medianoche, cuando la lluvia cesó y el cielo volvió a recomponerse Mario e Ingmar fueron a ver cómo había quedado nuestra tienda después de la tormenta. Encontraron al abrir el cierre que aquello era una piscina donde flotaban todos nuestros objetos importantes como cámaras de fotos, sacos de dormir, bolsos con ropas, juguetes de los niños, en fin, un verdadero contratiempo. Visto el panorama, decidieron cerrar el cierre y dejar para el día siguiente la tarea de evaluar los daños, secado y recomposición de lo estropeado y retornaron a la jaima donde ya dormían comodamente los niños y Birguita nos esperaba con una tortitas de canela y unas copas de grapa para endulzar el mal trago. Seguimos entre risas y nada nos estropeó este momento especial, retomamos las historias que contaba Ingmar cuando de pequeño acompañó varias veces a sus padres a egipto y donde también tuvieron que enfrentarse a tormentas, pero en aquéllas latitudes eran de arena del desierto. 

Al día siguiente todos colaboramos en desplegar las ropas de cama, las bolsas de dormir y todo lo mojado sobre las piedras para que el sol que ya brillaba con fuerza las secara, torquel, el pequeño caminaba tambaleante, dando sus primeros pasos entre los enseres desparramados por el suelo. Paula y Antonio fueron a comprar los panninis picolos para el almuerzo y las familias vecinas vinieron a invitarlos a participar de sus mesas con  esas fuentes generosas de buena pasta con bolognesas y queso parmesano. Pasamos los días disfrutando de la playa, de los partidos de paleta, del agua y de las cenas a la luz de la luna. No volvió a llover en todo el mes. Decidimos hacer nuestros viajes marcados en la programación. Primero fue Venecia. Empezamos por la región del Véneto, más de cien islas pequeñas en una laguna del mar adriático. A Paula y a Antonio les fascinó la idea de que las calles de Venecia fueran canales y que tuviéramos que desplazarnos en Góndolas. Recorrer la vía pública del gran canal en estos  barcos tan singulares, los vaporettos, y admirar los palacios renacentistas y góticos que bordean  sus pequeñas amarres, y pasar bajo esos puentes. Que unen estas islas que en otro tiempo  fueron el centro del mundo, nexo de oriente y occidente, la ciudad de los canales, romántica y tradicional, con sus palacios, basílicas, un patrimonio de incalculable belleza.

Donde la mente se pierde entre violines contemplando a Tiziano, Tintoretto, Bellini y Canaletto. Soñando con los carnavales venecianos donde los arlequines se deslizan sobre suelos de mosaicos bizantinos y las palomas vuelan contemplando los campanarios de la iglesia de san marcos y los tejados rojos de una ciudad sacada de un cuento fantástico y que cuando la conoces crees haber tocado el cielo. Tengo fotos de mis hijos paula y antonio corriendo detrás de las palomas en la plaza de san marcos, que me han acompañado siempre, en mi mente los poemas visuales salen de ese imaginario recorriendo el mundo con mario y con mis hijos y ahora, con mi  nieto. El palacio ducal gótico con sus obras de Veronés, Tintoreto, el teatro la fenice que mientras recuerdas; te suena en la cabeza la música de la traviata de verdi o las escenificaciones  de tantas óperas que se han inspirado en rincones dramáticos y románticos como estos.


Nos levantamos temprano dispuestos a recorrer los 90 km  para llegar hasta las cuevas de estalactitas y estalagmitas de Postoina, en la antigua Yugoslavia, hoy Eslovenia. Muy cerca de la ciudad de pPstoina, 20 km de túneles y galerías, cueva de la región del carso, con un tren en su interior que te lleva entre esas montañas de estalagmitas , donde hay una en especial de un color blanco brillante de cinco metros formada por gotas sucesivas durante millones de años. Hay ríos con animales con formas de pequeños dragones y enormes salas  que son verdaderas catedrales góticas que inspiran respeto y recogmiento por la sublimación que produce la naturaleza en estado puro. Seguramente los espeleólogos que han transitado y estudiado en ellas deben conservar algún santuario muy privado y muy íntimo. 

Nos dejaron chubasqueros al subir al tren porque hay momento que las caídas de agua , en forma de cascadas unas te mojan y te hacen sentir en las profundidades de la tierra en un tiempo de dinosaurios y de una naturaleza salvaje y sin explorar. Era la primera gruta que recorríamos y fue impactante, luego vinieron otras en viajes sucesivos como las cuevas del Drach en Mallorca, las Cuevas de Nerja en andalucía , que recorrí con mi nieto este último verano, y todas, me siguen produciendo aquélla emoción que sentí por primera vez en Postoina y que me hizo sentir que me había trasladado a las entrañas de la tierra  en un tiempo que se pierde, que se desdibuja  detrás de esa realidad- esta sensación también la experimentó mi nieto, tan aficionado a dibujar dragones y reptiles en fondos  y escenarios propios  de los espeleólogos. Recorrimos después el castillo de predjama a 9 km de la cueva y luego nos fuimos a comer nuestro almuerzo  en un rincón maravilloso entre Trieste y Liubliana. Allí sacamos nuestros mapas para situar las ciudades y los recorridos posibles por el interés que nos despertaban ciudades como zagreb, Salzburgo, Viena y otros destinos que con el tiempo fuimos completando.

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