Lo que más amó en esta vida fue su campo, "El Suncho", esa extensión de tierra que no solo le pertenecía, sino que lo definía. Lo vi partir tantas veces, solo, con su camioneta cargada de herramientas y provisiones, dispuesto a entregarse a ese pedazo de mundo que era su refugio y su destino. Entre esas 900 hectáreas, entre el pasto y el cielo abierto, se encontraba su verdadera esencia: allí donde las vacas eran testigos de sus jornadas incansables, donde el viento parecía susurrarle recuerdos y esperanzas. En cada rincón de ese territorio quedó impresa su energía, su nostalgia, su memoria. No era solo un campo, era el latido de su historia, el suelo donde arraigó su identidad y forjó su leyenda. "El Suncho" no solo fue su hogar, sino el símbolo de su pasión inquebrantable, un testamento de su amor por la tierra y la vida que en ella crecía. Hoy, en su cumpleaños, su presencia sigue viva en cada brizna de pasto, en cada amanecer sobre esas vastas hectáreas que lo vieron ser quien realmente era.
El Guardián de "El Suncho"
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