lunes, 8 de junio de 2020

CUESTA BLANCA

Antonio estaba a punto de cumplir su primer año de vida, un niño maravilloso, dulce y sonriente. Olga su niñera durante el tiempo que Ramona se ausentó para cuidar de su madre enferma, le llamaba chanchón, porque comía y dormía de maravilla, esto le gestó el carácter que hasta hoy ostenta con orgullo, más los genes de su abuela emilia y de su abuelo baudilio, esos genes de tranquilidad, aplomo, y muy aficionado a servir de anfitrión en cualquier mesa que se preste, con un  buen vino blanco helado y eso sí, servido en copa de cristal.  

No caminaba aún o sea que la mochila para transportar bebés, pasó de paula  a él.  Paula ya había cumplido sus  tres  años y era una personita autosuficiente y entusiasta. Habíamos alquilado una casa en cuesta blanca, con dos niños y uno de ellos, que no caminaba aún resultaba muy difícil  aventurarse a vivir en tienda de campaña- La casa se situaba a pocos metros del río y muy próxima a la que tenían  mi amiga Parchuli, con su pareja, hermano de un compañero de mario, lucho y sus cuatro hijos pequeños. 

La casa estaba situada  cerca de la casa de basualdo donde hacíamos las compras cada día.  Un año más que basualdo veía ampliarse la familia y cuando nos veía llegar  a parchuli con sus cuatro vástagos y a mi con dos, abría los ojos con sorpresa y no sabía cuántas sillas colocar para que la prole pudiera sentarse a disfrutar del espectáculo de ver a las gallinas con sus pollitos y a los caballos que tenía atados en el palenque junto a la casa. Era el ritual diario antes de bajar  al río. El padre de parchuli, dueño de la casona donde estaba parando mi amiga y su familia, un abogado  amigo de mi cuñada nora, solía apuntarse al grupo los fines de semana y compartían con mario y lucho las barbacoas suculentas que hacían en aquél asador de tres parrillas, instalado al final de una larga y amplia galería donde nos sentábamos todos en una larga mesa de madera donde algún fin de semana se apuntó nora con valeria, y que sólo se quedaba un fin de semana, el lunes  volvía a la ciudad  También se apuntaban algunos otros amigos de Nora que habían comprado casa por la zona y que visitábamos algunas tardes de caminatas .  Mario era feliz en este lugar, seguro que lo hubiésemos elegido para montar nuestro rancho si no hubiésemos dejado ese país tan bello, tan querido y tan vapuleado por las dictaduras y los sucesivos  desatinos de sus gobernantes. Este fue el último verano que pasamos en cuesta blanca, en argentina y en sudamérica. El siguiente verano nos encontró en mallorca. Pasados los años , ocho para ser más exacta, volvimos a visitar a basualdo en nuestro primer viaje a argentina , desde el exilio-

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