lunes, 29 de septiembre de 2025

Vasili Kandinski,






precursor indiscutido del arte abstracto, nace en Moscú en 1866 y, aunque se forma inicialmente como abogado, abandona esa senda a los treinta años para entregarse por completo a la pintura, guiado por una visión espiritual y sensorial del arte que contrasta con el materialismo racional dominante en la Rusia de su tiempo; su obra es una sinfonía visual en la que el color se convierte en sonido y las líneas actúan como notas sobre un pentagrama invisible, generando una experiencia acústica y emocional en el espectador que trasciende lo figurativo; su concepto de “abstracción lírica” representa una apuesta radical por un lenguaje plástico libre, subjetivo y cargado de simbolismo, donde lo que se ve resuena con lo que se intuye, y el vacío no es ausencia sino espacio vibrante, lleno de potencial expresivo; su ingreso a la escuela Bauhaus en 1922 marca una etapa de consolidación teórica y creativa, hasta que el ascenso del nazismo provoca el cierre de la institución en 1933, obligándolo a exiliarse en Francia, país donde obtiene la nacionalidad y donde desarrolla algunas de sus obras más representativas; un ejemplo emblemático es Composición VIII (1923), donde figuras geométricas como círculos, rectas y curvas se organizan con precisión rítmica, evocando una partitura visual que transforma el lienzo en un espacio de resonancia interior; Kandinsky establece así un paradigma en el que el arte no representa la realidad sino que la transfigura en experiencia emocional, proponiendo una estética que aún interpela a quienes buscan una conexión íntima entre lo visible y lo inaudible.

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