Recuerdo aquellos días con nitidez: cada mañana me bajaba en el Paseo del Borne, a las 6:30, caminaba seis cuadras hasta Plaza España y tomaba el autobús que me llevaba hasta la playa del Arenal. Allí estaba el Hotel Cristina Palma, donde trabajé como recepcionista durante casi cuatro meses. Tenía 27 años y apenas despegaba con el francés. Tuve la suerte de compartir ese tiempo con un buen amigo colombiano, contable del hotel, que hablaba al menos cinco idiomas y me ayudó muchísimo. Fue un aprendizaje intenso, lleno de descubrimientos y de una energía juvenil que aún guardo con cariño. ¡Qué tiempos tan bonitos! Los recuerdo con ternura y agradecimiento. Puerto de Mallorca, septiembre de 1977. Rumbo a Barcelona, para desde allí volar a Copenhague, luego Malmö y finalmente Lund, donde comenzaría nuestra vida escandinava.

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