viernes, 5 de septiembre de 2025

Vigilancia, mutación y deseo








Las esculturas de Marisa se comportan como seres en proceso, criaturas que observan, se duplican, se defienden, juegan, sueñan y se transforman; los ojos multiplicados, siempre atentos, son emblema de esta mirada activa que invierte la dirección del ver: no miramos las obras, son ellas las que nos miran, nos examinan. En simultáneo, aparecen dientes, manos, lenguas o formas larvales que insinúan una biología imaginaria, un ecosistema plástico de cuerpos que parecen respirar, pensar, mutar. Estas piezas no son objetos pasivos, son organismos vigilantes, que cambian de color como un pulpo, que se agrupan como enjambres, que se replican como bacterias. Se comportan como sueños con materia, como fragmentos de vida que insisten desde lo matérico en su condición viva. Su lógica no es la de la representación, sino la de la aparición: cada obra es un evento, un síntoma, una forma que se escapa del control. Lo que habita en estas esculturas no es solo una imagen, sino una voluntad: la de sobrevivir, camuflarse y resistir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario