sábado, 5 de abril de 2025

SOL DE JULIO






Es una localidad, comuna del Departamento Ojo de Agua, en Santiago del Estero. Llegamos sobre las cuatro de la tarde, después de haber almorzado en ruta los famosos tamales y una carne mechada que, para los cuatro, supo al sabor y al aroma de los estofados caseros Fuimos directamente a casa de nuestro primo Sergio, uno de los ocho hijos de mi tía Gabriela (Cacho), hermana de mi madre, y del tío José María, hermano de mi padre. Esta doble filiación hacía de estos primos una continuación natural de mis propios hermanos; la unión sanguínea se extendía también al cariño que nos profesábamos. Durante años, fueron esos seis varones los que compartieron juegos en aquellas estancias santiagueñas, hasta que mi tía Cacho vino a Córdoba, a mi casa familiar, a parir mellizos que resultaron ser una pareja. Alejandro, el varón, vino acompañado de una hermana, Alejandra, la tan ansiada niña que toda la familia esperaba, y que fue un verdadero premio para mi tía Gabriela, después de tantos partos Sergio, mi primo, estaba casado y tenía varios hijos. Tanto a su esposa como a sus hijos los conocí en ese momento. Tenía una casa grande, con un patio en forma de claustro, y en la esquina había construido un gran supermercado, siguiendo la tradición de su padre, que siempre compatibilizó el comercio con la ganadería, pues eran propietarios de campos y ganado, al igual que mi tío Carmen —hermano mayor de mi padre— y mi propio padre: comerciantes los tres y ganaderos, propietarios de campos en los alrededores Mis hermanos se alojarían en esa casa, y Mario y yo decidimos alquilar una habitación en una hostería ubicada a pocas calles de allí. Esa noche cenamos juntos y planificamos salir muy temprano hacia Cuchi Corral, nuestro lugar favorito, que había sido la casa familiar de mi madre y de toda la familia Nicolle. La casa había sido demolida, según nos contó mi primo, por problemas de mantenimiento y para destinar el terreno a actividades más lucrativas, cosa que nos entristeció bastante. Allí todavía permanecía la estancia de uno de mis tíos, el tío Yofré —ya fallecido—, aunque su esposa Ema aún vivía, y cerca habitaban algunos de sus hijos. Además, visitaríamos a José María y su familia, y a Carlos y familia, que tenían sus campos no muy lejos de allí.

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