Las bibliotecas son grandes contenedoras de pensamientos, ideas, verdades, sabiduría, divertimento y propuestas para todas las disciplinas, la vida y el espíritu. En su esencia, son los viveros del devenir, los espacios donde los bibliotecarios, como diligentes jardineros, nos presentan en fascículos cuidadosamente ordenados lo que ocurrió, lo que acontece hoy y las sugerencias para el "después". Estos “jardines botánicos del saber” deben fusionarse con los "jardines de la botánica", integrándose tanto en su estructura como en su contenido. Desde las ventanas de las bibliotecas, mientras leemos, deberíamos contemplar la naturaleza, que a través del color de las hojas nos revela en qué estación del año nos encontramos. Imagino a los niños viviendo intensamente esta experiencia vinculante entre el saber que atesoran los libros y la frondosa vivencia que emana de la naturaleza. ¡Oh, jardines de la vida! ¡Oh, jardines del corazón florido! ¿Quién pudiera guiar la mano de quien elige dónde colocar las palabras que nos hagan más sabios y elegantes?
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