miércoles, 10 de septiembre de 2025

Rodari y la magia de la escritura

 



Cuando llegué de Suecia a Madrid en los años 80, más precisamente en aquel verano del 82, tenía sueños, energías puestas en la pedagogía, en la literatura, en el arte. Soñaba con ejercer mi formación en este campo que ya había empezado a desarrollar en Escandinavia, con cursos, talleres y proyectos. En Madrid florecían los talleres literarios, los espacios de arte y de teatro. Los libros de arte, pedagogía, didáctica de la enseñanza, pasaban por mis manos como hojas frescas de árboles cultivados con mimo y mucha energía. Gianni Rodari pasó por mi mesa de trabajo y se instaló un tiempo, uno de los más fértiles de aquellos tiempos. La gramática de la fantasía, esta introducción al arte de inventar historias, fruto de ese interés creciente por dotar a aquellos espacios en los niños y jóvenes de literatura y de arte. Llegué en el momento justo del florecimiento de los manuales sobre el valor liberador de la literatura en los más jóvenes y en los más viejos, donde la alfabetización no había alcanzado esa independencia para poder elegir qué leer y en qué momentos. Recuerdo que le regalé a mi hijo Cuentos por teléfono, que luego me sirvió de inspiración para escribir un libro para niños: Cartas de colores. O la misma Gramática de la fantasía con las propuestas para romper el hielo entre la palabra hablada, la palabra escrita y la expresividad del propio pensamiento. Rodari ya recorría las escuelas italianas para contar cuentos y responder a las curiosidades de los niños y jóvenes.

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