figuras con las que se mimetiza el mismo artista escultor, cuya estampa es símbolo de un siglo lleno de vicisitudes y penurias ideológicas que llevaron al padecimiento económico y moral de tantos hombres y mujeres. Trabaja la materia, dejando la huella de sus dedos hundidos en las superficies rugosas, grises y casi sedientas. Alexander Calder, gran amigo de Joan Miró, busca la luz, el aire, el color, la finitud del universo cambiante, encontrando los matices del aire y la fuerza del color. Quiere marcar un infinito diferente, vinculado a lo más naïf e infantil de la visión primera. Dos artistas con alegorías diferentes, las luces y las sombras en la soledad de los talleres de artistas, donde cada uno encuentra su universo. Imágenes que cuelgan del sentimiento y de las realidades íntimas.
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