sábado, 25 de noviembre de 2023

Segundo semestre del 68, octubre. Estudiábamos literatura argentina con mi compañera y amiga Helena, una de las asignaturas de la carrera de letras modernas.

Con Helena cursamos el último año del colegio secundario Alejandro Carbó y de inmediato nos matriculamos para hacer el cursillo de ingreso que nos permitiera acceder a las clases regulares en esta facultad. Las primeras cuatro asignaturas de la carrera eran literatura argentina, literatura alemana, literatura española y lingüística. A los pocos días de comenzar las clases, conocimos a una estudiante mendocina que se acercó a nosotras para invitarnos a compartir la preparación de la asignatura en su casa. Por entonces, Helena y yo estábamos todo el día juntas. Cafeteábamos en la cantina de la escuela de artes, lo que motivó que también nos matriculáramos en el taller libre de artes. Así fue como empezamos a preparar esta asignatura en casa de nuestra compañera Bettina. Vivía y compartía vivienda con su prima Mónica y su marido Raúl. En esta casa fui muy feliz y encontré hermosos referentes de libertad y fraternidad. Todos los que se acercaban a la casa eran estudiantes de otras provincias y al vivir sin sus familias creaban verdaderos lazos de hermandad con los nuevos amigos. Entre las horas de estudio aprovechábamos para tomar mate y refrescarnos con largas conversaciones existenciales y políticas. Los fines de semana organizábamos algún asado con guitarras, ya que tanto Bettina como Mónica y Raúl tocaban la guitarra y cantaban muy bien. Fue aquí donde conocí a muchos cantantes de la nueva trova argentina, cubana, española, francesa, incursionando en cantautores, además de los músicos brasileños como Vinicius de Moraes, entre muchos otros.

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