ARTISTA ESCULTORA GEÓMETRA ACCIONISTA ////// BOSQUES POLIÉDRICOS : EMERGING WILDLIFE : PAJARITAS : RASTROS
martes, 11 de marzo de 2025
Celebración
Mario 75
lunes, 10 de marzo de 2025
Anécdotas de mi padre
Hoy, en su aniversario, me vienen a la memoria anécdotas que, en su impecable sencillez, dejaban traslucir un espíritu cargado de visiones, un imaginario callado que le sostuvo el alma para criar una familia amplia: primero, por los hermanos y hermanas; después, aún más, por los hijos de sus dos primeros matrimonios. Hubo también una tercera esposa que lo acompañó hasta su muerte y con quien pudo viajar a Europa, pues ella era española, de Gijón. Yo vivía en esos años en Suecia y viajé a España para verlos. Pasé varios días con ellos, paseamos juntos y visitamos lugares que a ambos les interesaban. Regresé a Suecia con regalos que habían comprado para mis hijos y para Mario. Recuerdo una anécdota. Tendría ocho o nueve años cuando vino a Córdoba a cantar Atahualpa Yupanqui, su poeta querido, aquel por el que solía rasgar, algún domingo, su antigua guitarra, guardada en un rincón del armario con una funda de tela floreada que aún recuerdo. Sentado en el patio de casa, nos hacía memorizar versos, como aquel de Rafael Obligado (1885-1920), considerado una de las cumbres de la literatura argentina:
"Cuando la tarde se inclina, sollozando al occidente, corre una sombra doliente sobre la pampa argentina..."
O aquel del canto popular:
"Santos Vega, el payador, aquel de la larga fama, murió cantando su amor, como el pájaro en la rama."
Retomo la anécdota que quería contar. Aquel día, una calurosa tarde de verano, nos vestimos elegantes: mi madre, mi abuela, mi tía Alicia y los cinco hijos. Nos llevó al Teatro Griego, un gran anfiteatro al aire libre junto al Parque Sarmiento, nuestro gran parque cordobés, con su lago de botes de remos y el zoológico enclavado en medio del paisaje. Fuimos todos en autobús, la gran familia unida, para escuchar a Atahualpa, quien ya no se prodigaba por la ciudad, pues había comenzado su andadura europea. El anfiteatro estaba lleno, todos sentados entre las piedras de aquel magnífico recinto, esperando al poeta, como le llamaba mi padre. Esa noche fue mágica. Vi a mi padre disfrutar como si estuviera solo en aquel gran recinto, sumergido en el imaginario campero que su gran amigo narraba con voz susurrante, como si fuera una cabalgata solitaria por los corrales de su terruño.