lunes, 11 de diciembre de 2023

La Belle Époque, que abarcó desde la posguerra franco-prusiana en 1871 hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, fue una época de esplendor cultural en Europa.





























Durante este período, la sociedad europea experimentó un desarrollo cultural destacado, reflejado en diversos ámbitos, desde la arquitectura hasta la moda. La era dorada del cabaret se manifestó con la apertura de lugares icónicos como Le Chat Noir en 1881 y el Moulin Rouge en 1889. La Belle Époque fue testigo de una época distendida y opulenta, evidente en la arquitectura, el diseño de muebles, objetos lujosos y, por supuesto, la moda.

En los albores del siglo XX, la industria de la moda desempeñó un papel crucial al posicionar a la mujer como un elemento ornamental. La moda de la época destacó la figura femenina con corsets ajustados que lograban cinturas estrechísimas y abdominales lisos. Esto dio lugar a faldas fruncidas en las caderas, mangas largas y estrechas, cuellos altos y almidonados, con faldones que resaltaban la parte posterior. Los tocados y sombreros eran obligatorios para pertenecer al exclusivo club del estilo. La moda, además de diferenciar las clases sociales, deformaba el cuerpo femenino para lograr una configuración erótica, alejándolo de su función biológica.

La diseñadora neoyorquina Amalia Jencks desafió la moda encorsetada introduciendo ropa funcional, como los pantalones turcos en 1830. Estos pantalones bombachudos y faldas a las rodillas escandalizaron a los defensores de la moda tradicional con corsets y faldas largas. La transformación en las formas de vestir reflejaba cambios más profundos en la sociedad, marcando la constante ebullición de las dinámicas sociales durante la Belle Époque.

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