sábado, 5 de abril de 2025

Un suelo de trozos de vajillas antiguas que brillaban al sol


Parecían lentejuelas sacadas de un cofre de recuerdos de mi abuela. Nos llevó mi primo Carlitos, así le llamábamos de niños, y hoy se había transformado en un hombretón de 1,90, corpulento y con el mismo rostro que yo recordaba, con unos ojos marrones, dulces y profundos, y una sonrisa complaciente y amigable. No nos veíamos desde hacía ya mucho tiempo. La última vez fue en el entierro de mi padre, en el año 1991. Una noche en Santa María del Río Seco, donde está el panteón familiar de la familia de mi padre y que él se encargó siempre de cuidar, mantener y resguardarlo del tiempo que pasa inexorablemente y que va reuniendo a los difuntos ligados por lazos de sangre. Hoy tomó el testigo mi hermana Martha, y luego lo hará su hijo Mariano, con quienes compartimos otro de los viajes hasta allí para llevar flores y unos cardos silvestres que juntamos en el camino. Habíamos viajado hacia Santiago del Estero en el año 2005. Organizamos el itinerario con mi hermana Berta, gran entusiasta, junto a su esposo Alberto, Mario y yo, casi recién llegados desde Europa y con las emociones a flor de piel, como siempre que desembarcamos en esta Argentina tan nuestra y, hoy, tan extraña, pero que nos hace aflorar el sentimiento más genuino y más sentido del reencuentro con la afectividad de la niñez y la compañía inestimable de la familia más próxima, situados todos en los paisajes naturales por donde transcurrió la época dorada de la infancia y de la adolescencia.

Iniciamos el viaje Mario, mi hermana Berta, su esposo Alberto y yo. Era necesario hacer esa primera parada en Río Seco, lugar donde se ubica el campo que fue de mi padre y, en origen, de su familia, y al que visitábamos los veranos, tiempo de vacaciones, y que mi padre nos enseñó a querer y a saber disfrutar. Fuimos hasta allí por ese camino de tierra que se extiende entre los churquis, los algarrobos, los aromos y los cactus, toda una vegetación de secano y que premia con unas flores vistosísimas prendidas entre las espinas de los cactus. A cada lado del camino, las alambradas limítrofes y las pircas de piedras La llegada, siempre pegada a la emoción y al hondo sentimiento de pertenencia. Mario pudo experimentarlo y disfrutarlo. Ya lo conocía, porque habíamos pasado unos días en vida de mi padre y, cuando volvimos de Europa después de la partida en 1976, comimos aquel cabrito mítico que asó mi padre con leña de algarrobo y adobo con hierbas del lugar. Pudimos festejar con él, y con los hermanos y sobrinos, el reencuentro después de ocho años de ausencia, y en el lugar que él, mi padre, quería mostrar a Paula y Antonio, sabiendo que quizás sería la última vez que lo veríamos con vida. Cuando volvimos al hotel que habíamos reservado para dormir, en Río Seco, nos avisaron que, en el asador donde cenaríamos también un cabrito de la zona, ya tenían la mesa y la cena lista. Cuál sería mi sorpresa cuando los dueños conocían mucho a esta gran familia Caminos, que tenía arraigo y parientes por todos lados. Comimos y contamos historias, sobre todo mi hermana Berta, que muy emocionada reía sin parar con cada anécdota. A Mario lo vi disfrutar mucho e interesarse por los comentarios de los lugareños. 

Dormimos profundamente y, por la mañana, muy temprano, nos despertó el encargado del hotel y nos dijo que el doctor Caminos nos esperaba en la cafetería. Así habíamos quedado: mi hermano Pablo tomaría el relevo y seguiría con nosotros el viaje; Alberto volvía a Córdoba, y emprendíamos el viaje hacia el pueblo donde vivió mi familia y donde nacieron mis cuatro hermanos. Salimos a desayunar y al encuentro con mi querido hermano, que, con el maletín sobre una mesa, parecía que había dejado los bisturís en la mesa de operaciones del hospital para venir a nuestro encuentro. Impecable como siempre, y con la alegría de proseguir este viaje tan nuestro: sólo los tres hermanos y Mario, que ha sido siempre muy querido en la familia. Despedimos a Alberto y emprendimos la próxima aventura.










 


























 

viernes, 4 de abril de 2025